¿Tienes síndrome del impostor? Cómo afecta a tu carrera… y cómo empezar a superarlo
- Equipo SOLI UGT

- 16 dic
- 3 Min. de lectura

Hay un momento que muchas personas conocen demasiado bien: ese instante en el que, después de un logro profesional, una voz interior susurra “Esto no es mérito tuyo”. Quizás te han felicitado en el trabajo, te han confiado un proyecto importante o has alcanzado un objetivo por el que te has esforzado mucho… y aun así sientes que solo has tenido suerte, que estás improvisando o que, tarde o temprano, alguien descubrirá que no eres tan competente como pareces. Esa sensación tan íntima y tan silenciosa es lo que llamamos síndrome del impostor.
Aunque a menudo se vive en soledad, es sorprendentemente común. Afecta a estudiantes, a profesionales junior, a personas con mucha experiencia e incluso a directivos. Nadie está a salvo. Y es irónico: cuanto más preparada está una persona, cuantas más cosas ha conseguido, más fácil es que se convenza a sí misma de que no es para tanto, que podría haberlo hecho mejor o que simplemente tuvo suerte en el momento adecuado.
Este “autosabotaje silencioso” puede transformar por completo la manera de vivir una carrera profesional. A veces hace que evitemos oportunidades que podrían impulsarnos, porque pensamos que no estamos a la altura; otras veces nos empuja a trabajar más de lo necesario, como si tuviéramos que demostrar continuamente que merecemos estar donde estamos. Y casi siempre nos impide disfrutar de lo logrado, porque los éxitos se diluyen enseguida en la autocrítica y los elogios nos resultan incómodos o inmerecidos.
El síndrome del impostor funciona como unas gafas deformadas: todo lo que haces lo ves más pequeño, más inseguro, más insuficiente. Sin embargo, cuando comparas esta percepción interna con la realidad —con el trabajo realizado, los resultados o la opinión de quienes colaboran contigo— te das cuenta de que no encaja. Pero la mente es insistente, y a menudo da más peso al miedo que a las evidencias.
La buena noticia es que no estás atrapado. Comprender esta experiencia ya es un primer paso importante. Porque el síndrome del impostor no es una prueba de que no valgas, sino un reflejo de cómo afrontas la exigencia, el cambio y la responsabilidad. No es incapacidad: es vulnerabilidad combinada con ambición. Precisamente porque te importa hacerlo bien, temes no estar a la altura.
Superarlo no implica deshacerse por completo de él —todo el mundo duda, todo el mundo tiene inseguridades—, sino aprender a convivir con más amabilidad y realismo. Significa empezar a tratarte con la misma confianza que probablemente ofreces a los demás. Significa escuchar la voz crítica, pero no permitir que sea la única que habla. Significa recordarte que equivocarte es normal, que aprender es un proceso y que crecer implica siempre un poco de vértigo.
Quizá el cambio empieza así: recordándote de dónde vienes, qué has aprendido, qué retos has superado. Dando valor al esfuerzo, no solo al resultado. Aceptando los elogios sin ponerlos en duda, igual que harías si se los dieran a otra persona. O quizá empieza simplemente reconociendo que esta sensación tan pesada no dice nada sobre tu talento, sino sobre tu sensibilidad y tu nivel de exigencia.
Hay un momento en el que todo empieza a transformarse: cuando dejas de pensar que estás engañando a alguien y comienzas a aceptar que te has ganado tu lugar. No porque seas perfecto, sino porque eres capaz, responsable y estás en constante aprendizaje.
Y tal vez esa sea la clave final: entender que crecer profesionalmente no significa eliminar el miedo, sino avanzar con él, sin dejar que decida por ti.
SOLI está gestionado por la Unión General de Trabajadoras y Trabajadores (UGT), pertenece a la convocatoria SOIB Orientación Itinerarios Integrales de Inserción, promovido por el SOIB y ha contado con la cofinanciación de la Unión Europea (FSE+)







Comentarios